Día: 22 de mayo de 2017

Cannes, día 6: Sangsoo, Haneke & Lanthimos

Tres nuevos filmes de importantes directores, previamente cosagrados por el Festival de Cine de Cannes, llegan a esta jornada con la que se inicia la semana. El cineasta surcoreano Hong Sangsoo aborda con meticulosidad un malentendido relacionado con un adulterio en Geu-Hu (Le Jour d’après) para tejer una comedia agridulce en blanco y negro, bañada en melancolía. La película narra la historia de Bongwan, un editor infiel y cobarde que no logra reponerse de la marcha de la empleada con la que ha engañado a su mujer. Por otro lado, cinco años después de Amor, Michael Haneke presenta la mordaz Happy End con dos de sus actores preferidos: Jean-Louis Trintignant e Isabelle Huppert. La crisis migratoria es el prisma que revela el cinismo que reina en nuestra época a través de la indiferencia inhumana de una familia burguesa del norte de Francia, desconectada de la realidad social que la rodea. Además, Yorgos Lanthimos regresa a Cannes con The Killing of a Sacred Deer, y se inspira en Eurípides para contar la historia de una pareja de médicos interpretados por Colin Farrell y Nicole Kidman. Finalmente, en su afán por innovar, Alejandro González Iñárritu presenta Carne y Arena (Virtually Present, Physically Invisible), que más que una película, se trata de una experiencia en realidad virtual que dura seis minutos y medio.

Cannes 2017: «The Rider», de Chloé Zhao

La «Quincena de los Realizadores» tuvo su origen en el año 1969, inmediatamente después de la agrupación de cineastas en el seno de una asociación  denominada SRF (Société de réalisateurs des films).

La vocación de esta sección paralela del Festival de Cine de Cannes siempre ha sido la de mostrar películas y cineastas que permanecen al margen de los grandes festivales internacionales y de las principales redes de distribución.

Esta sección se define por “su libertad de espíritu, el carácter no competitivo y un deseo de apertura hacia un público de espectadores no profesionales que asiste al Festival”.

Con este ánimo hemos llegado hoy a la proyección de The Rider (El jinete) de la realizadora china Chloé Zhao.

Brady, un joven cowboy, adiestrador de caballos y estrella incipiente del rodeo, ve cómo se tambalea su vida después de que un caballo le aplaste el cráneo en el transcurso de un rodeo. No podrá cabalgar más.  Ya de vuelta a casa, en la reserva de Pine Ridge, sin el deseo de una vida diferente, se ve enfrentado al vacío.

Para retormar el control de su destino, Brady se sumerge en la búsqueda de su propia identidad, intentando comprender qué significa ser un hombre hoy en el corazón de los Estados Unidos de América.

Chloé es una autora, realizadora y productora china residente en Denver, en los Estados Unidos. En el año 2015, su primer largometraje Canciones que mis hermanos me enseñaron compitió en el Festival de Cine de Sundance y en la Quinzaine des Réalisateurs de Cannes. Fue nominado tres veces a los Film Independent’s Spirit Awards.

Escribo estas líneas con la certeza de haber descubierto esta mañana a una enorme cineasta, embriagada por la verdad de unas imágenes y una historia que, en su sencillez, contienen toda la esencia del cinematógrafo. Con ese deseo de cinéfila atrapada por una idea insobornable del mundo y su doble, no olvidaré su nombre. Motion is really emotion.

Esmeralda Barriendos

Cannes 2017: «Happy End», de Michael Haneke

El cine de Michael Haneke siempre ha sido de una asertividad incuestionable. El trayecto que recorren los personajes desde que el espectador toma conocimiento de los mismos y sus circunstancias hasta la clausura del film no presenta ninguna incertidumbre; hay un determinismo en los gestos tan severo que ciertamente, ninguno de los protagonistas puede librarse del destino impuesto por el director.

Así también sucede en Happy End, su última película, que apenas ha tenido respuesta del público esta mañana en el Gran Teatro Lumière de Cannes.

Muy lejos de las dos anteriores, extraordinarias ambas, La Cinta Blanca y Amor, que fueron Palma de Oro en los Festivales de 2009 y 2012 respectivamente, Happy End presenta la vida de una familia burguesa de Calais más allá del proceso de descomposición, argumento que remite directamente a El Séptimo Continente.

No es la mera traslación de clase, -de la derrotada clase media europea a una burguesía acomodada- la que separa a Happy End de su primera película, sino que el punto de vista del director es otro. La distancia con la que filma a sus personajes es mayor que en otras ocasiones. Los nuevos dispositivos y las redes sociales están muy presentes durante todo el film, imágenes que de nuevo remiten a un Haneke de los orígenes, el de El vídeo de Benny, artilugios de la distancia y el aislamiento, del triunfo absoluto del narcisismo.

Intuyo un cierto cansancio en Haneke, quizás. No existe ningún atisbo trágico en el planteamiento de Happy End, ni conciencia alguna de sí mismos en los personajes. Tampoco el azar modifica jamás el destino de estos seres humanos. Tan anodinos ellos, han perdido su humanidad de una forma aséptica, y vagan por los espacios gélidos de su cotidiano y de su imaginario virtual a la manera de los replicantes, inmersos en un silencio desasosegante que llega hasta los títulos de crédito.

Con un cierre extraordinario, tanto como Jean-Louis Trintignan que lo protagoniza, esta es la forma que tiene Michael Haneke de enunciar el desastre, más allá de la distopía de El tiempo del lobo. Esta y la única frase que se ha publicado en el dossier de prensa: “El mundo alrededor, y nosotros ciegos en el centro del mismo. Una instantánea de una familia europea”.

Esmeralda Barriendos

Cannes 2017: «Antes de desaparecer», de Kiyoshi Kurosawa

Antes de desaparecer es una obra de teatro muy conocida en Japón, cuyo autor es Tomohiro Maekawa, y Kiyoshi Kurosawa ha decidido llevar  a cabo su adaptación a la pantalla grande.  Afirma que es una adaptación fiel a dicha pieza. Lo que le atrajo del texto es que se trata de una parodia de las obras de ciencia ficción de los años 50, con el trasfondo de una invasión extraterrestre.

En los 50, las películas de este género tuvieron un gran éxito en plena Guerra Fría. Muchos medios de comunicación y la industria del entretenimiento usaron este pretexto, -la amenaza de la invasión-, para apaciguar los ánimos de una población inquieta, burlándose de ella.

El director confiesa influencias concretas del cine de John Carpenter en algunas escenas, de manera inconsciente.

De alguna manera, me siento reconfortada al leer la entrevista en el dossier de prensa; una historia de extraterrestres invasores previsible, pueril e incluso cursi en algunos momentos. He de decir que he asistido a esta proyección con el recuerdo de la única película que he visto de Kiyoshi Kurosawa, Bright Future (Jellyfish). Fue durante el Festival de Cine de Londres del año 2003. En aquel momento creí en su autoría, un cine extraño e imaginativo, de una potencia visual poderosísima… Hoy no queda ni rastro de aquel atisbo de belleza.

¿Qué intención puede tener hoy en día realizar una película de serie B de ciencia ficción? La televisión programa decenas de filmes sin interés casi diariamente. Quizás tenga una oportunidad en una sobremesa indolente. Deseo que Kiyoshi Kurosawa regrese a ese tipo de cine que ha olvidado por completo, el que auguraba un futuro brillante.