Albert Serra presenta «La muerte de Luis XIV» en Cannes

esmeraldaHoy hemos asistido a un acontecimiento histórico: Albert Serra acompañado por Jean Pierre Léaud han presentado fuera de competición, en una sesión especial en la sala de la Soixantième de Cannes la última película del director catalán, La Muerte de Luis XIV, en la que el enorme actor, historia viva del cine, interpreta al Rey Sol en sus últimos días. ¡Qué emoción, ver al gran Léaud, que el domingo recibirá una Palma de oro de Honor por el conjunto de su carrera!

Sin apenas diálogos, sumergido en un profundo pero autoritario silencio, el actor a las órdenes de Serra devuelve una pátina de cotidianidad difícil de imaginar en la vida del monarca absolutista que sobrevivió a gran parte de su propia familia.

Serra regresa al mito, a las construcciones del gran inconsciente colectivo europeo para otorgarles la humanidad más próxima, bajo una rica escenografía que en esta ocasión si ha podido ser documentada plenamente dada la existencia de una abundante iconografía, – de naturaleza pictórica- al respecto. En este sentido podría calificarse de menos arriesgada la apuesta de Serra, que se aproxima en la pura representación al film de Peter Greenaway La Ronda de Noche donde se reproduce cinemáticamente uno de los cuadros más famosos de Rembrandt.

En el caso de La Muerte de Luis XIV, existe un cuidado extremo hacia la verosimilitud del gesto del rey moribundo. El respeto por el tiempo de la pérdida, el avance de la enfermedad, las reuniones de los médicos de la corte, la administración de los últimos sacramentos… El silencio de la sala de cine es el mismo que el del dormitorio del monarca, el espectador asiste a los últimos estertores de éste: la muerte de un hombre (algo que confiesa haber marcado al propio Léaud) en el que la gangrena ha hecho estragos ante la mirada impotente de sus valedores.
Serra elige un hecho para otorgarle toda su dimensión de temporalidad con un dominio precioso del tiempo cinematográfico, porque no olvidemos que el cine es un arte del tiempo.

En primer lugar fue el Quijote en Honor de cavalleria, después los Reyes Magos (El cant dels Ocells) y finalmente a Casanova, a quien a partir de sus memorias convirtió en un Drácula en Historia de la Meva Mort, alzándose gracias a ella con el Leopardo de Oro en Locarno.

Este magnífico regreso a las pantallas de uno de los grandes directores del panorama artístico internacional confirma de nuevo su gran talento.

Por Esmeralda Barriendos