Dictado, de Antonio Chavarrías

Hacía mucho tiempo que Antonio Chavarrías no se ponía detrás de la cámara. Autor de obras tan recomendables como VOLVERÁS o LAS VIDAS DE CELIA, el director catalán retorna a la pantalla grande con un producto de marcado carácter psicologista, en el que asume un reto de nada factible resolución. Hay que reconocerle al catalán el valor de adentrarse por ese filo de tan inclemente consecuencia que es el riesgo. DICTADO es un film honestamente temerario.

La historia tiene como núcleo central a un joven matrimonio de profesores, que, incluso, trabaja en el mismo centro educativo. Son Daniel y María. La incómoda visita que un antiguo amigo de la infancia de él le hace al colegio, sin previo aviso, causa un cierto malestar a Daniel. La contrariedad aumenta al tener noticia de que aquel, en la bañera de su casa, delante de su pequeña hija, se ha cortado las venas.

La insistencia de María obliga a Daniel a ir a interesarse por la hija de su viejo amigo. Tras conocerla, María, que está deseando ser madre, se encapricha afectivamente de la pequeña. Hasta tal punto de que, pese a una nerviosa, incomprensible, molesta oposición de Daniel, deciden iniciar los trámites de su acogida temporal en casa.

DICTADO comienza, en ese momento, a adentrarse por la parte más compleja de su propuesta: la progresiva desazón que esta llegada va a ocasionar a Daniel. Mientras, por un lado, María y la niña se entienden a la perfección, Daniel, por su lado, no acaba de encajar la irrupción en su hogar de un elemento que lo retrotrae a unos dramáticos hechos acontecidos en su primera adolescencia: concretamente a una estancia en un caserón montañoso con la familia del amigo suicidado.

Chavarrías, ya lo hemos advertido, decide apostar por un relato de suspense, que focaliza su enigma desarrollando una espinosa intriga de marcado cariz psicologista y subjetivo. Desgraciadamente, esta apuesta no le sale bien en absoluto. DICTADO es un film de sincerísima implicación, pero de errada consecución escénica, escrita e interpretativa.

El film no supera jamás una grave insistencia que yace en el guión: la reincidente, empalagosa y forzada compenetración comprensiva que, recalcada una y otra vez, se patentiza en torno a la relación de la pareja adulta. Como personajes, ambos están pincelados con una fatigosa cortesía, que anula la posibilidad de alguna contradicción más allá de la evidente que acarrea la adopción.

La interpretación de los dos actores principales no ayuda en absoluto. Tanto Juan Diego Botto como la otras veces excelente Barbara Lennie (OBABA, de Montxo Armendáriz) caen presos de un improductivo esfuerzo buenrollista, coligado y respetuoso, que se nota que quieren conseguir a toda costa, sin que la necesaria naturalidad aparezca en ningún momento.

DICTADO sucumbe a una forzadísima linealidad cotidiana, que no casa con la oscuridad angustiosa que le exige el desarrollo transtornante del relato. Un final impresentable, mal rodado a todas luces, termina por poner en evidencia el desacierto general de un film que pierde el rumbo al no lograr la progresiva y cercada tensión que requiere este tipo de audacias.